En 1974, Yasser Arafat se dirigió a la Asamblea General de Naciones Unidas diciendo que traía “en una mano una rama de olivo y en la otra el arma de los que luchan por la libertad; no permitan que deje caer el olivo”. Hoy, un balón de fútbol trata de recoger la esencia de aquella rama de olivo para aportar cordura a una tierra en la que ésta brilla por su ausencia, una tierra donde las armas siguen presidiendo un conflicto interminable.
El 3 de julio de 2011, la selección nacional de Palestina pudo disputar, por fin, un partido oficial como local en su territorio, dando un primer paso hacia una normalidad tan difícil de conseguir como compleja es la situación política del país. El partido, correspondiente a la fase de clasificación para el Mundial de Brasil, enfrentó al equipo local y a Afganistán, y acabó con empate a un gol. Sin embargo, para este país ocupado desde hace más de cuarenta años por Israel, la mera celebración del encuentro supuso una alegría para un pueblo muy poco acostumbrado a ella.
Palestina es un país dividido en dos regiones: Cisjordania y la franja de Gaza. Pero, más allá de la división física, lo que verdaderamente marca su día a día es la ocupación israelí desde que, en junio de 1967, el Tsahal (su ejército) resultara victorioso en la Guerra de los Seis Días. Desde 1994, esta nación sin estado está gobernada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), una entidad creada tras los acuerdos de Oslo entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el Estado de Israel que ha permitido que el país tenga una precaria autonomía permanentemente vigilada por el vecino hebreo. La ANP se ocupa de la administración civil y la seguridad en las ciudades palestinas, pero no tiene ningún tipo de control sobre los asentamientos israelíes ni tampoco sobre las conexiones por carretera entre las comunidades palestinas, manejadas por los famosos checkpoint fronterizos.
Lo que describen las líneas anteriores no es sino un esbozo de la realidad cotidiana de Palestina: escuelas, trabajadores, comercio, agricultura, negocios… todo está sometido a las restricciones israelíes. Pero, ¿y el fútbol?
Dos ligas para un país dividido
El fútbol palestino no es más -ni menos- que un reflejo de esa realidad. Si el país está dividido en dos, el fútbol también lo está. Las dificultades de circulación de personas entre Cisjordania y la franja de Gaza -los equipos de una zona no pueden desplazarse a la otra para jugar entre ellos- han provocado que Palestina tenga hoy en día dos ligas independientes, aunque sólo una la West Bank Premier League (WBPL) de Cisjordania tiene añadido a su nombre el apellido “profesional”. La Liga de Gaza (Gaza Strip League) no ha obtenido el mismo nivel de profesionalismo.
En la práctica, el nivel de la WBPL es mayor que aunque, paradójicamente, el talento natural se encuentra en Gaza. Las razones de ese curioso fenómeno hay que buscarlas en un hecho también político, como casi todo lo que ocurre en el país, y es que Gaza permaneció durante dos décadas bajo administración egipcia, de modo que allí se adoptaron las prácticas de base y los fundamentos tácticos empleados por los clubes de Egipto, históricamente los más fuertes de la región. Por eso no es casualidad que el máximo goleador de Palestina (Ziyad Al-Kord), el que atesora un mayor número de internacionalidades (Saeb Jendeya) y el actual capitán del equipo nacional (Ramzi Saleh) sean todos originarios de Gaza.
El embrión de la liga WBPL que conocemos se gestó en Cisjordania en el año 2008. Por entonces, la Asociación Palestina de Fútbol (PFA) organizó una liga de 22 equipos que jugaron entre ellos a partido único para determinar cuáles estarían en primera y segunda división la temporada siguiente. En consecuencia, la liga 2009/10 se disputó con 12 equipos, igual que ocurrió en la temporada 2010/11, la primera catalogada ya como profesional. Tras disputarse la pasada campaña con sólo diez clubes, la PFA decidió que a partir de este mismo año la WBPL vuelva definitivamente a la docena de equipos.
Al margen de la WBPL, existen otras competiciones, como la Yasser Arafat Memorial Cup, creada en 2010 y que se disputa en pretemporada. Este trofeo distribuye a todos los equipos en dos grupos, clasificándose para semifinales los dos primeros de cada uno de ellos y concluyendo el torneo en formato de eliminatorias. Además, Cisjordania cuenta con una competición tradicional de copa que incluye a todos los equipos de la zona.
Los principales clubes
Los clubes de fútbol han existido en Palestina desde finales de los años 20 del siglo pasado. No conviene olvidar que Palestina fue durante años protectorado británico, y los inventores del fútbol lo exportaban allá donde se establecían. Tanto es así que Palestina disputó la fase de clasificación para el Mundial de Uruguay de 1930.
No obstante, los clubes de aquella época poco tienen que ver con los actuales, ya que la agitación política que ha vivido el país durante gran parte del siglo XX afectó a sus estructuras, especialmente desde la creación del Estado de Israel, en 1948. Pese a todo, eso no fue impedimento para que uno de los jugadores más reconocidos de la época recibiera en 1945 una oferta para jugar en el Arsenal inglés: era Jabra Al-Zarqa, que por entonces jugaba en Shabab Al Arab de la ciudad de Haifa (hoy perteneciente a Israel).
Hay unanimidad a la hora de nombrar como principal club de Palestina a Shabab Al-Khaleel, un equipo que disputa sus partidos en la ciudad cisjordana de Hebrón. Las razones de esa nominación son dos: el gran apoyo social que le proporcionan sus aficionados, por un lado, y que se trata de un club con historia (creado en los años 40), por otro. En los últimos años, Shabab Al-Khaleel ha incorporado a sus filas a algunos de las principales estrellas de la zona para intentar recuperar su gloria pasada.
No obstante, el actual defensor del título y uno de los principales candidatos a revalidarlo es Hilal Al-Quds de Jerusalén, que sucedió en el palmarés a Markaz Shabab Al-Am’ary, un club radicado en la capital administrativa del país (Ramallah).
Jugadores de talento
Al contrario de lo que ocurre en la mayoría de las ligas de fútbol del mundo, los extranjeros no están autorizados a jugar en la WBPL, de manera que los futbolistas que integran los equipos de la liga proceden de Cisjordania, Gaza o son árabes israelíes. La razón no es otra que la negativa de Israel a conceder visados para entrar en los territorios ocupados, aunque ha habido algunas excepciones, como cuando Hernán Madrid, un chileno de ascendencia palestina, jugó en el Tarji Wadi Al-Nes hace dos temporadas.
Este año el fenómeno se ha repetido con Roberto Kettlun, también chileno-palestino, que ha fichado por Hilal Al-Quds procedente del Brindisi italiano.
En ese mismo equipo juega Murad Alyan, un delantero considerado por muchos como el mejor jugador de la liga. Aunque tiene ya 34 años, es una verdadera máquina hacer goles, como demuestran sus 20 dianas en los 22 partidos de la liga 2010-11 (35 en todas las competiciones) y los 15 que anotó la temporada pasada.
Alyan tiene una curiosa historia detrás. Creció como ciudadano árabe israelí y jugó en diversos equipos hebreos de segunda línea, demostrando su capacidad para el gol. Cuando a los 31 años fichó por su actual club, su sueño era vestir la camiseta nacional de Palestina. El antiguo seleccionador, Mousa Bezaz, le consideraba demasiado viejo, pero renunció a su idea y le convocó para un partido internacional contra Bangladesh. Alyan respondió al reto anotando los dos tantos que dieron la victoria a Palestina y, desde entonces, su promedio goleador ronda el tanto por partido.
Al margen de Alyan, el fútbol de Cisjordania tiene algunas promesas con buenas perspectivas de triunfo. Una de ellas es Abdelhamid Abuhabib, que ha fichado este año por Shabab Al-Khaleel, de la ciudad de Hebrón. Apodado “el Messi Palestino”, Abuhabib saltó a la fama por ser el autor del primer gol de la selección palestina en suelo nacional, cuando el equipo olímpico derrotó a Tailandia (1-0) en la fase de clasificación para los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
En Gaza, el jugador más prometedor es Alaa Attieh, un delantero de 22 años que juega desde hace unos meses en Al-Yarmouk, un equipo profesional de la liga jordana cedido por su club, el Ittihad Shajeya. Las expectativas levantadas por este joven atacante han sido tan grandes que despertaron el interés de Wehdar y Al-Ahly (dos de los clubes más importantes de Egipto), aunque Al-Yarmouk fue más serio en las negociaciones y acabó por llevarse el gato al agua.
Reconocimiento internacional
Palestina está reconocida como miembro de pleno derecho de FIFA desde el año 1998. La presión del máximo organismo internacional de este deporte ha tenido mucho que ver en el hecho que la selección del país pueda disputar sus partidos como local en su territorio.
En abril de 2011 se inauguraba el estadio Al-Bireh de Ramallah, un campo de fútbol con capacidad para más de 8.000 espectadores y cuyo coste -un millón de euros- fue financiado por la FIFA, Alemania, Francia y las autoridades municipales de la ciudad. Esa implicación de los organismos internacionales ha sido posible en gran parte gracias al trabajo del Presidente de la Asociación Palestina de Fútbol, Jibril Al Rajoub, quien preside también el Comité Olímpico Palestino. Él y su equipo fueron quienes lograron que la comunidad deportiva internacional presionara a Israel para que permitiera introducir los materiales de la construcción necesarios para levantar el estadio, ya que es el ejército israelí quien controla la entrada y salida de personas y mercancías desde y hacia Cisjordania y Gaza.
Miembro de Al Fatah, Al Rajoub permaneció detenido durante quince años por las autoridades israelíes. Cuando pudo regresar a Palestina de la mano del fallecido Yasser Arafat, se hizo cargo de los servicios de seguridad palestinos y adquirió el rango militar de general, aunque hoy es más reconocido en el país por su labor al frente de los dos principales organismos deportivos (la PFA y el COP) que por su labor política.
El papel de Chile
En el año 2002, la PFA contrató como seleccionador nacional a Nicola Shahwan, un chileno descendiente de palestinos que jugó un papel importante a la hora de lograr que varios futbolistas del mismo origen decidieran jugar por Palestina. Para ello se aprovechó una normativa de FIFA que permite a los jugadores jugar por el país de sus abuelos, independientemente de su lugar de nacimiento. Así fue como defendieron la camiseta palestina jugadores latinoamericanos (sobre todo chilenos, pero también argentinos) como Roberto Kettlun, Roberto Bishara, Edgardo Abdala, Francisco Atura, Pablo Abdala, Hernán Madrid o Raúl Alejandro Naif. El debut de los palestinos de Chile se produjo en la Copa Árabe de Naciones de 2002, donde superaron la fase de grupos y cayeron frente a Marruecos, una de las selecciones que alcanzaría después las semifinales.
De todos aquellos jugadores, Roberto Bishara es el único que continúa acudiendo con regularidad a las convocatorias palestinas, hasta el punto que es -junto Omar Jarun, el único que juega en Europa-la excepción de una selección compuesta hoy mayoritariamente por jugadores de la liga local. Bishara recuerda su primera experiencia como “algo espectacular, tanto por la calidez que nos demostró la afición como por permitirme conocer costumbres que uno no está habituado a vivir, por más que pertenezca a la comunidad palestina de Santiago. Sé que para mí era muy difícil jugar en la selección de Chile, pero no me arrepiento de haberme cerrado esa puerta al debutar con Palestina”.
La comunidad palestina de Chile es la mayor de la Diáspora fuera de Oriente Medio. No se trata de una emigración reciente, sino que está compuesta por palestinos que abandonaron su país tras la guerra de 1948 que desembocó en la creación del Estado de Israel. No obstante, se trata de una comunidad que no ha perdido su identidad y que ha mantenido siempre viva la llama del amor a su país, un fenómeno que también ha tenido un reflejo en el fútbol en forma de club: el Club Deportivo Palestino.
Encuadrado en la primera división del fútbol chileno, CD Palestino nació en el año 1920 y, en sus inicios, estaba integrado únicamente por futbolistas con ascendencia árabe, aunque poco a poco fue variando esa filosofía e incorporando jugadores de otros orígenes para mejorar su nivel competitivo. Campeón nacional en 1955 y 1978, Palestino es el club donde juega Roberto “el Tito” Bishara. “Hoy soy el único palestino que juega en el equipo, y es una responsabilidad que asumo y al mismo tiempo un orgullo para mí. De todos modos, ojalá en el futuro haya muchos más; sería muy bueno para el equipo y para la identidad del club”, explica.
El caso de Bishara es habitual entre los jóvenes chilenos de ascendencia palestina. “Nunca había visitado el país de mis antepasados hasta que fui convocado por la selección, y las únicas noticias que tenía eran los comentarios que me hacían mis padres, que nacieron allá. La selección de Palestina me permitió conocer mis raíces y darme cuenta de que las cosas que se ven por televisión y los problemas con Israel existen y hay gente que los sufre a diario”. Aunque “el Tito” tiene la esperanza de que el conflicto se arregle y de que Palestina tenga la libertad que merece, reconoce que “no hablo con mis compañeros de selección de temas políticos. Procuramos entrenar y sacar este proyecto adelante, aunque sí es cierto que hablamos de los problemas que muchos jugadores tenemos para llegar a las convocatorias a causa de los visados y de los checkpoints. Espero que algún día se arregle esto, porque no puede ser que los israelíes lo manejen todo de esa manera”.
Perspectivas
El conflicto entre Palestina e Israel forma parte del imaginario de casi todo el mundo. Durante años hemos asistido a idas y venidas en la virulencia de los enfrentamientos, a momentos más distendidos, a iniciativas y negociaciones de paz que no siempre parecen desenredar la madeja en que se ha convertido la región. La creación de la ANP ha ayudado a dar ciertos pasos adelante, y de ellos se ha sabido aprovechar el fútbol.
Desde 1998, cuando la FIFA aceptó a Palestina como miembro (a la hora de cerrar el reportaje es la selección número 151 en el ranking masculino y la 95 en el femenino), el fútbol de ese país ha ido haciéndose visible poco a poco y ha mantenido viva la ambición de proporcionar a una afición apasionada unos momentos de disfrute.
El éxito de la WBPL entre la población local hace pensar que el camino es el correcto, pero tampoco impide que a los responsables del fútbol del país y a los palestinos en general, les asalte un pensamiento que, quién sabe, tal vez tenga el título de una vieja canción de Nina Simone: «I wish I knew how it would feel to be free» (Ojalá supiera cómo sienta ser libre).